El día que conocí a Nicole Kidman
Hace un par de días, mientras combatía mi insomnio crónico con el invariable e penintente zapping, me encontré con Terror a Bordo, una peli que había visto en el cine Gran Vía hace muchísimos años. En esa época me pareció un film de suspenso bastante entretenido, dado lo complicado que debe ser hacer un thriller de hora y media en medio del océano, con tres actores, un perro y locaciones en dos yates. Estos son algunos de los elementos de la historia que comienza con el viaje de placer a través del Pacífico de John y Rae Ingram (Sam Neill, siempre en el punto preciso, y Nicole Kidman). Todo muy paradisíaco y calenturiento (imagínense solos en el medio del océano, a bordo de un yate de lujo, junto a su pareja) hasta que se topan con un velero en muy malas condiciones. Sin saber muy bien qué ocurrió, embarcan con ellos al único sobreviviente del cuasi naufragio, Hugie (Billy Zane, para variar, sobreactuado), un tipo bastante encachado y simpático. Pero lo que podría haberse convertido en un excelente guión para una película porno, se convierte en un thriller cuando Hugie descubre su verdadera y sicopática personalidad, mientras John Ingram da con las claves de lo que realmente ocurrió en el velero siniestrado.
Como ya lo dije, la peli no es gran cosa. Sí es muy entretenida y logra traspasarte esa sensación de tensión y claustrofobia, meterte en el cuento de estar solo en medio del mar en compañía de un desquiciado que en cualquier minuto te puede asesinar, sin otro escenario que unos cuantos camarotes y la cubierta de las embarcaciones. Es más, sin dárselas de film inteligente, no recurre a fórmulas rebuscadas para resolver los nudos de la trama y aunque cerca del final el guión se desinfla un poco, aún así sus últimos minutos son bastante sorprendentes.
El asunto es que la protagonista, como ya lo mencioné, era Nicole Kidman. En esa época tenía una decena de papeles secundarios a su haber, estaba súper flaca, no tenía nada de glamorosa, usaba el pelo crespo y largo y lo tenía rojo-rojo. Quizás por efecto de la filmación en alta mar, tenía las mejillas coloraditas, como esas de las rechonchas mujeres bávaras. Buenas piernas, poca pechuga, cejas gruesas y mal depiladas. Una mina del montón, media desabrida y fome, con algunos atisbos de algún día convertirse en una actriz de regular calidad aunque aún carente de talento. Nada que llamara mucho la atención ni hiciera pensar en la estrella que se convertiría en sólo unos años y menos, daba para imaginarse que terminaría casada con Tom Cruise (con quien protagonizó en 1990 la repudiable Días de Trueno), que ganaría un premio Oscar por Las Horas (2002) o que trabajaría con Stanley Kubrick en Ojos Bien Cerrados (1999). Si no me creen, comparen estas fotitos de Nicole antes y ahora.
Tampoco es tan sorpresivo su éxito. De cuando en cuando, el cine australiano da batatazos de taquilla como Mad Max 2 (léanse el comentario de Rodrigo en este mismo blog), Cocodrilo Dundee o Los Dioses Deben Estar Locos. También es fuente de actores que se convierten en estrellas como Mel Gibson, Heath Ledger o Russell Crowe y hasta cantera de directores-artesanos por encargo como George Miller o Peter Weir. El asunto es que la Kidman saltó a Hollywood gracias a Terror a Bordo, dato nada despreciable considerando que es una peli de bajo presupuesto, poca difusión y que tuvo la suerte de ser vista por algún productor o encargado de casting con ese extraordinario y envidiable ojo de lince que tienen algunos y que les hizo ver el potencial comercial, sexual y, por qué no, actoral de esta chica.
Párrafo a parte merece Philip Noyce, el director de Terror a Bordo, regular artesano sometido indolentemente al mainstream hollywoodense. Tiene a su haber la dirección de filmes bastante decentes como Rabbit-Proof Fence, que marcó su regreso a Australia(2002), El Coleccionista de Huesos (1999) y Furia Ciega (1990), pero también se ha hecho cargo de pelis que realmente dejan bastante qué desear como Sliver (1993), Juego de Patriotas (1992) y El Santo (1997).
En fin, otra anécdota más dentro de esta tragicómica historia del cine contemporáneo y que vuelve a confirmar que los genios del mainstream inevitablemente recurren al cine B o hasta el Z para nutrir sus arcas reales y mantener viva, aunque sea artificialmente, la magia del cine.
Ficha Técnica
Terror a Bordo (Dead Calm)
Año: 1989
Dirección: Philip Noyce
Producción: Philip Noyce, George Miller y Vincent Monton
Guión: Terry Hayes, basado en la novela Dead Calm de Charles Williams
Edición: Richard Francis-Bruce
Música: Graeme Revell
Fotografía: Dean Semler
Reparto: Nicole Kidman, Sam Neill, Billy Zane y el perro Benji.
Hace un par de días, mientras combatía mi insomnio crónico con el invariable e penintente zapping, me encontré con Terror a Bordo, una peli que había visto en el cine Gran Vía hace muchísimos años. En esa época me pareció un film de suspenso bastante entretenido, dado lo complicado que debe ser hacer un thriller de hora y media en medio del océano, con tres actores, un perro y locaciones en dos yates. Estos son algunos de los elementos de la historia que comienza con el viaje de placer a través del Pacífico de John y Rae Ingram (Sam Neill, siempre en el punto preciso, y Nicole Kidman). Todo muy paradisíaco y calenturiento (imagínense solos en el medio del océano, a bordo de un yate de lujo, junto a su pareja) hasta que se topan con un velero en muy malas condiciones. Sin saber muy bien qué ocurrió, embarcan con ellos al único sobreviviente del cuasi naufragio, Hugie (Billy Zane, para variar, sobreactuado), un tipo bastante encachado y simpático. Pero lo que podría haberse convertido en un excelente guión para una película porno, se convierte en un thriller cuando Hugie descubre su verdadera y sicopática personalidad, mientras John Ingram da con las claves de lo que realmente ocurrió en el velero siniestrado.
Como ya lo dije, la peli no es gran cosa. Sí es muy entretenida y logra traspasarte esa sensación de tensión y claustrofobia, meterte en el cuento de estar solo en medio del mar en compañía de un desquiciado que en cualquier minuto te puede asesinar, sin otro escenario que unos cuantos camarotes y la cubierta de las embarcaciones. Es más, sin dárselas de film inteligente, no recurre a fórmulas rebuscadas para resolver los nudos de la trama y aunque cerca del final el guión se desinfla un poco, aún así sus últimos minutos son bastante sorprendentes.
El asunto es que la protagonista, como ya lo mencioné, era Nicole Kidman. En esa época tenía una decena de papeles secundarios a su haber, estaba súper flaca, no tenía nada de glamorosa, usaba el pelo crespo y largo y lo tenía rojo-rojo. Quizás por efecto de la filmación en alta mar, tenía las mejillas coloraditas, como esas de las rechonchas mujeres bávaras. Buenas piernas, poca pechuga, cejas gruesas y mal depiladas. Una mina del montón, media desabrida y fome, con algunos atisbos de algún día convertirse en una actriz de regular calidad aunque aún carente de talento. Nada que llamara mucho la atención ni hiciera pensar en la estrella que se convertiría en sólo unos años y menos, daba para imaginarse que terminaría casada con Tom Cruise (con quien protagonizó en 1990 la repudiable Días de Trueno), que ganaría un premio Oscar por Las Horas (2002) o que trabajaría con Stanley Kubrick en Ojos Bien Cerrados (1999). Si no me creen, comparen estas fotitos de Nicole antes y ahora.
Tampoco es tan sorpresivo su éxito. De cuando en cuando, el cine australiano da batatazos de taquilla como Mad Max 2 (léanse el comentario de Rodrigo en este mismo blog), Cocodrilo Dundee o Los Dioses Deben Estar Locos. También es fuente de actores que se convierten en estrellas como Mel Gibson, Heath Ledger o Russell Crowe y hasta cantera de directores-artesanos por encargo como George Miller o Peter Weir. El asunto es que la Kidman saltó a Hollywood gracias a Terror a Bordo, dato nada despreciable considerando que es una peli de bajo presupuesto, poca difusión y que tuvo la suerte de ser vista por algún productor o encargado de casting con ese extraordinario y envidiable ojo de lince que tienen algunos y que les hizo ver el potencial comercial, sexual y, por qué no, actoral de esta chica.
Párrafo a parte merece Philip Noyce, el director de Terror a Bordo, regular artesano sometido indolentemente al mainstream hollywoodense. Tiene a su haber la dirección de filmes bastante decentes como Rabbit-Proof Fence, que marcó su regreso a Australia(2002), El Coleccionista de Huesos (1999) y Furia Ciega (1990), pero también se ha hecho cargo de pelis que realmente dejan bastante qué desear como Sliver (1993), Juego de Patriotas (1992) y El Santo (1997).
En fin, otra anécdota más dentro de esta tragicómica historia del cine contemporáneo y que vuelve a confirmar que los genios del mainstream inevitablemente recurren al cine B o hasta el Z para nutrir sus arcas reales y mantener viva, aunque sea artificialmente, la magia del cine.
Ficha Técnica
Terror a Bordo (Dead Calm)
Año: 1989
Dirección: Philip Noyce
Producción: Philip Noyce, George Miller y Vincent Monton
Guión: Terry Hayes, basado en la novela Dead Calm de Charles Williams
Edición: Richard Francis-Bruce
Música: Graeme Revell
Fotografía: Dean Semler
Reparto: Nicole Kidman, Sam Neill, Billy Zane y el perro Benji.
2 comentarios:
mira tu...el otro día también me quedé viendo esta después de ver Show de goles..claro que le habian aplicado la siempre infalible tijera del mega...
a todo esto "los dioses deben estar locos" es Sudafricana.
tenis razon... en que peli estaba pensando???? déjame que me acuerde... ya me voy a acordar, pero es una wea parecida...
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