Ni yo ni ninguno de mia amigos teníamos mucha idea de quién diablos era Wes Craven cuando arrendamos esta peli, para verla en casa de alguno del lote, una tarde de domingo. Claro, a mediados de los 80 recién su nombre comenzaba a sonar rimbombante después del estreno de Pesadilla (1984) y el nacimiento de una de las figuras icónicas del cine de terror, Freddy Kruger. Después vendrían una serie de filmes de irregular y discutible calidad, entre los que prefiero destacar como favoritos a La Serpiente y el Arcoiris (1988), la rarísima Shocker (1989), Wes Craven's New Nightmare (1994) y la primera Scream (1996) que en suma, no es más que una inteligente parodia-homenaje a todos los clichés del cine de terror gringo.
Antes de eso, no había hecho mucho más que algunas peliculitas muy clase Z y un par de cosas para televisión. Y es entre esas peliculitas Z que de repente, en VHS, encontramos La Colina de los Ojos Malditos, con el rostro freakiado de Michael Berryman en la portada. Y claro, eso fue suficiente para arriesgarse a verla.
A estas alturas, una peli como esta causaría risa (aunque no totalmente). Pero en aquellos años, uno se la sufría mucho. Impregnada de influencias (en especial de Texas Chainsaw Massacre), con un reparto clásico de pocos y desconocidos actores y con los elementos mínimos, Craven nos cuenta una historia sencilla: el viaje de una típica familia gringa en busca de una mina de oro en medio del desierto, mismo lugar que por décadas ha sido usado para pruebas nucleares. Con eso ya basta para justificar el viaje de los variopintos personajes de esta familia que se queda estancada en medio del desierto, rodeada, acosada y atacada por una familia de salvajes caníbales (que no deja de tener similitudes con los antropófagos de Sawney Beane). Y eso es todo. Lo demás, es la desesperación de los Carter, sus rencillas internas, el miedo a los desconocido, persecuciones, momentos de quieta y ennervante observación, algunos chorros de sangre, todo en dosis bastante irregulares. Lo digo, porque la peli parte bastante bien, va al grano de inmediato. Nos presenta en 10 minutos a los personajes, los lleva de inmediato al desierto y nos planta una secuencia nocturna de temer. de ahí en adelante, sólo momentos, algunas pasadas de suspenso y nada más, hasta el desenlace que, de verdad, resulta de lo mejor de la peli.
De todas maneras, lo destacable es el tremendo talento de Craven como artesano. Se nota el pulso, el empeño, las ganas de hacer una buena película de terror que si bien no resulta totalmente, se sostiene con dignidad y hasta sirve como manual para todos los que después de Craven, se dedicaron al género en Estados Unidos y otras partes del mundo. Demás está decir que hace veinticinco años, la encontré pulenta. Ahora, claro está, ha perdido algo de su gracia, pero eso no le resta sus méritos originales: la prueba de fuego de We Craven, una correcta puesta en escena, el nervio y es suspenso que, resultando o no, recorre toda la peli y por sobre todo, la utilización del desierto como excéntrico escenario para une peli de terror y más encima, de día. Dato no menor que sirve para justificar, en parte, los baches de la peli. De todas formas, la mejor de toda la saga que incluye dos secuelas malísimas, un par de remakes que alguna gracia tienen y hasta una novela gráfica.
Pero lo más inolvidable, es la cara de loco desquiciado de Michael Berryman. Un deleite. Otro de los tantos actores que en tantas pelis aparecieron quizás sólo por su rostro freak (algo parecido a lo que ocurre con Karel Stuycken y otros)... Aquí en La Colina... se lleva todos los aplausos en sus cortas pero estrambóticas apariciones...
LA PELICULA
La Colina de los Ojos Malditos
(The Hills Have Eyes)
1977
89 minutos
Dirigió, escribió y editó Wes Craven
Produjo Pete Locke
Fotografía de Eric Saarinen
Música de Don Peake
Actuaron Russ Grieve, Susan Lanier, Martin Speer, Dee Wallace-Stone, Robert Houston, John Steadman, James Withworth, Virginia Vincent, Lance Gordon, Michael Berryman, Janus Blythe, Cordy Clark, Brenda Marinoff, Pete Locke y... eso sería, ahí están todos...
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