Lo sé. Me voy a echar un montón de gente encima, como cada vez que en conversaciones informales de cine se me ocurre mencionar que esta película no me gusta, que no le encuentro ninguna gracia a Benigni y que, en definitiva, este producto ganador del Oscar (lo que en general no representa mucho), no es más que uno de tantos otros sosos, lambiscones y febles proyectos cinematográficos destinados a emocionar a la galucha…
Claro está que es mi personal y no tan humilde opinión. A pesar de mis críticas, respeto a quienes encuentran este film una maravilla. Por lo mismo espero que los lectores respeten mi punto de vista, basado en varios visionados de este film, en diferentes épocas. Obvio. La primera impresión no es la que vale y muchas veces el revisionado de las películas te hace cambiar de opinión para bien o para mal. Sin embargo, desde el comienzo, La Vida es Bella me desagradó. Probablemente se deba a la hiperkinesia molesta de Benigni (qué controlado luce cuando trabaja con Jarmusch! Parece que fuera otra persona), o quizás sea la excesiva simpleza de la historia. A lo mejor se trata de una cuestión personal, pues nunca me han gustado mucho las películas del holocausto, salvo honorables excepciones. Quizás sea que desde el comienzo, el juego de Guido (Benigni) y su hijo Josué (Giorgio Cantarini) en medio de la guerra me pareció absolutamente no creíble. Está bien, los niños son inocentes, pero hay que ser un retrasado mental para no darse cuenta de lo que está ocurriendo en el ghetto.
En fin, esos detalles son los que me llevan a detestar esta película. Hay otros más. Tampoco me encaja la unión de las dos historias, lo que prácticamente obliga a dividir la película en dos partes: la primera, en que se cuenta la historia de amor de Guido y Dora (Nicoletta Braschi). La segunda, en cambio, se sumerge en la vida de la pareja cuando ya están casados y con su hijo, justo antes de empezar el holocausto en Italia. Ojo. Ese si es un hecho rescatable pues del genocidio europeo y a pesar de la gran cantidad de películas hechas, es poco lo que se ha mostrado de las aberraciones nazis en otros puntos de Europa a parte de Alemania y Polonia. En fin, el asunto es que a mi parecer, ambas partes no pegan ni juntan y perfectamente se podrían haber hecho dos películas por separado.
¿Por qué ganó tantos premios? Me late que se debe al gusto tierno de muchos críticos y jurados de festivales que ven cualquier película un tanto trágica, llena de buenas intenciones y medio cebollera, una mina de oro, un hit de taquilla. Por lo menos eso paso con la sobrevalorada Vida es Bella, una de esas cintas que deja bastante que desear porque, desde mi punto de vista, no aporta nada al género ni formal ni temáticamente. En general, son muchas las películas que no lo hacen (incluso muchas que yo mismo he comentado), pero creo que en este caso particular, se trata de una cinta alabada excesivamente, elogiada en sobremanera, aplaudida por un público que gusta de las cosas simples y el lagrimeo forzoso. Y eso, definitivamente, no la convierte en una buena película.
Por supuesto, si quiere llorar a raudales, si antes de verla realmente usted se cree el cuento de un niño que gracias al histrionismo paterno no es capaz de darse cuenta que está al borde de la muerte, si lo suyo son las películas del holocausto, donde el sufrimiento extendido por secuencias masoquistas es lo suyo, véala. Seguro se convertirá en una de sus favoritas. Yo prefiero ser honesto y decirle a usted, que no gusta de nada de lo mencionado anteriormente, que no se pierde de nada. Que Benigni no es buen actor, aunque sí es un tipo cuyos movimientos y gesticulación excesiva pueden cansar y volver loco a cualquiera en quince minutos. Prefiero decirle que el guión es menos que regular, que probablemente la foto y la música se salvan del desastre. Que si no le gustó la cursilería de Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988), menos le gustará esta mezcla nada refrescante y poco original de romance con tintes sociales, algunos retazos del género bélico, otros tantos elementos del género infantil, pero por sobre todo, una especie de apología que el mismo Benigni se hace y que alcanzó su mayor nivel de autoadmiración en aquel fracaso de taquilla que fue Pinocchio (2002).
Quizás si derechamente, Benigni se hubiese arriesgado a hacer una comedia del tema, las cosas hubiesen resultado mucho mejor, aunque dudo que hubiera obtenido el favor del público que si consiguió con esta mezcla fallidamente tragicómica que no se define, que no tienta, que no luce, que no calienta ni emociona por su facilismo, excesivas buenas intenciones, lucimiento exacerbado de su protagonista-guionista-director y porque, qué más da, no es el tipo de películas en que recomiendo perder tiempo, ojos y energía…
LA PELICULA
La Vida es Bella
(La Vita é Bella)
1997
117 minutos
Dirigió Roberto Benigni
Produjeron Elda Ferri y Gianluigi Braschi
Guión de Roberto Benigni, basado en la obra Un Testimonio del Holocausto de Vicenio Cerami
Editó Simona Paggi
Música de Incola Piovani
Fotografía de Tonino Delli Colli
Actuaron Roberto Benigni, Nicoletta Braschi, Marisa Paredes, Giorgio Cantarini y varios secundarios que no parecían nazis…
Claro está que es mi personal y no tan humilde opinión. A pesar de mis críticas, respeto a quienes encuentran este film una maravilla. Por lo mismo espero que los lectores respeten mi punto de vista, basado en varios visionados de este film, en diferentes épocas. Obvio. La primera impresión no es la que vale y muchas veces el revisionado de las películas te hace cambiar de opinión para bien o para mal. Sin embargo, desde el comienzo, La Vida es Bella me desagradó. Probablemente se deba a la hiperkinesia molesta de Benigni (qué controlado luce cuando trabaja con Jarmusch! Parece que fuera otra persona), o quizás sea la excesiva simpleza de la historia. A lo mejor se trata de una cuestión personal, pues nunca me han gustado mucho las películas del holocausto, salvo honorables excepciones. Quizás sea que desde el comienzo, el juego de Guido (Benigni) y su hijo Josué (Giorgio Cantarini) en medio de la guerra me pareció absolutamente no creíble. Está bien, los niños son inocentes, pero hay que ser un retrasado mental para no darse cuenta de lo que está ocurriendo en el ghetto.
En fin, esos detalles son los que me llevan a detestar esta película. Hay otros más. Tampoco me encaja la unión de las dos historias, lo que prácticamente obliga a dividir la película en dos partes: la primera, en que se cuenta la historia de amor de Guido y Dora (Nicoletta Braschi). La segunda, en cambio, se sumerge en la vida de la pareja cuando ya están casados y con su hijo, justo antes de empezar el holocausto en Italia. Ojo. Ese si es un hecho rescatable pues del genocidio europeo y a pesar de la gran cantidad de películas hechas, es poco lo que se ha mostrado de las aberraciones nazis en otros puntos de Europa a parte de Alemania y Polonia. En fin, el asunto es que a mi parecer, ambas partes no pegan ni juntan y perfectamente se podrían haber hecho dos películas por separado.
¿Por qué ganó tantos premios? Me late que se debe al gusto tierno de muchos críticos y jurados de festivales que ven cualquier película un tanto trágica, llena de buenas intenciones y medio cebollera, una mina de oro, un hit de taquilla. Por lo menos eso paso con la sobrevalorada Vida es Bella, una de esas cintas que deja bastante que desear porque, desde mi punto de vista, no aporta nada al género ni formal ni temáticamente. En general, son muchas las películas que no lo hacen (incluso muchas que yo mismo he comentado), pero creo que en este caso particular, se trata de una cinta alabada excesivamente, elogiada en sobremanera, aplaudida por un público que gusta de las cosas simples y el lagrimeo forzoso. Y eso, definitivamente, no la convierte en una buena película.
Por supuesto, si quiere llorar a raudales, si antes de verla realmente usted se cree el cuento de un niño que gracias al histrionismo paterno no es capaz de darse cuenta que está al borde de la muerte, si lo suyo son las películas del holocausto, donde el sufrimiento extendido por secuencias masoquistas es lo suyo, véala. Seguro se convertirá en una de sus favoritas. Yo prefiero ser honesto y decirle a usted, que no gusta de nada de lo mencionado anteriormente, que no se pierde de nada. Que Benigni no es buen actor, aunque sí es un tipo cuyos movimientos y gesticulación excesiva pueden cansar y volver loco a cualquiera en quince minutos. Prefiero decirle que el guión es menos que regular, que probablemente la foto y la música se salvan del desastre. Que si no le gustó la cursilería de Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988), menos le gustará esta mezcla nada refrescante y poco original de romance con tintes sociales, algunos retazos del género bélico, otros tantos elementos del género infantil, pero por sobre todo, una especie de apología que el mismo Benigni se hace y que alcanzó su mayor nivel de autoadmiración en aquel fracaso de taquilla que fue Pinocchio (2002).
Quizás si derechamente, Benigni se hubiese arriesgado a hacer una comedia del tema, las cosas hubiesen resultado mucho mejor, aunque dudo que hubiera obtenido el favor del público que si consiguió con esta mezcla fallidamente tragicómica que no se define, que no tienta, que no luce, que no calienta ni emociona por su facilismo, excesivas buenas intenciones, lucimiento exacerbado de su protagonista-guionista-director y porque, qué más da, no es el tipo de películas en que recomiendo perder tiempo, ojos y energía…
LA PELICULA
La Vida es Bella
(La Vita é Bella)
1997
117 minutos
Dirigió Roberto Benigni
Produjeron Elda Ferri y Gianluigi Braschi
Guión de Roberto Benigni, basado en la obra Un Testimonio del Holocausto de Vicenio Cerami
Editó Simona Paggi
Música de Incola Piovani
Fotografía de Tonino Delli Colli
Actuaron Roberto Benigni, Nicoletta Braschi, Marisa Paredes, Giorgio Cantarini y varios secundarios que no parecían nazis…
1 comentario:
cuidado con meterte con Cinema Paradiso!!
Publicar un comentario